Por ello, quiero lanzar hoy un mensaje positivo, y animar a todos aquellos emprendedores a lanzar su iniciativa porque sólo hay que encontrar el hueco… Y es que, para que un balón de fútbol acabe dentro de una portería y, en consecuencia, ese gol produzca una enorme satisfacción a mucha gente, hace falta que un jugador se desmarque, encuentre un hueco y consiga colocar la pelota en él.
En el mundo de la economía sucede lo mismo, para que haya goles y, en consecuencia, satisfacción y alegría de muchos, hace falta que los jugadores actúen, que el equipo se coordine y que descubran los huecos adecuados para conseguir el objetivo.
En el mercado o estadio estamos todos. Los espectadores o consumidores que rechazan o aplauden lo que se les ofrece, los jugadores o empresarios que actúan en él y los árbitros o autoridades que regulan o vigilan el cumplimiento de las normas.
Analizando por separado a cada uno, están los consumidores cuyo papel y objetivo es bien claro: ser el soberano del mercado y que se les ofrezca el mejor servicio u oferta posible en cada momento, sin límites. Cuanto mejor, mejor.
Los empresarios son aquellos que libremente asumen el papel de actores del mercado y su iniciativa se encamina, bajo su riesgo y ventura, hacia el éxito que es conseguir la aprobación del público. Para ello, tendrán que descubrir los huecos que la oferta tiene, sortear los obstáculos, innovar alejándose de donde todos están (ya que ahí no hay huecos), y asumir patadas, empujones y bloqueos para alcanzar la meta.
Si observamos el mercado, lo cierto es que siempre se pueden descubrir huecos y oportunidades. No es perfecto, está en constante cambio y las opciones o soluciones son ilimitadas, sólo hay que descubrirlas y ponerlas en marcha. En cualquier sector, servicio, producto o proceso actual siempre puede surgir una idea que lo mejore.
Por último, están los árbitros o autoridades, cuyo mejor papel debería ser limitarse a verificar el juego limpio en el mercado y que gane el mejor. Aplicar por igual a todos las mismas reglas, sin beneficiar a unos sobre otros, ni cambiar el reglamento cada rato y menos aún, intervenir en el juego forzando un resultado a su gusto. Dicen que el mejor árbitro es el que hace su trabajo y pasa desapercibido.