Conseguir realizarlo no es tarea fácil y los expertos pasteleros saben muy bien cómo combinar los distintos ingredientes, los utensilios y los tiempos para lograr esas maravillas cuyo aspecto y aroma son solo el preludio del placer de saborearlos.
Justo lo contrario ocurre si el pastelero es un inepto. Aunque los ingredientes y utensilios utilizados sean los adecuados, la incompetente combinación de los mismos y los tiempos, dan como resultado una masa amorfa que invita a salir corriendo.
En el mundo de la economía sucede lo mismo. En las sociedades están los ingredientes y utensilios necesarios para conseguir darse a sí mismas altos niveles de bienestar, riqueza y progreso. Sin embargo, la mala utilización de esos componentes, los desajustes y la descoordinación en los recursos y en los tiempos, provocan crisis, recesiones y malestar.
Destaquemos los ingredientes básicos para crear un buen pastel en la sociedad que en esencia son cuatro. Es esencial que haya emprendedores y empresarios. Los cuales, al cumplir su función, ponen en marcha y ordenan los recursos disponibles, empleo para las personas, capitales y activos, para satisfacer las necesidades de bienestar de la sociedad y obtener una ganancia. La ausencia de este elemento hace imposible cualquier avance. Si miramos a nuestro alrededor, de este ingrediente tenemos de sobra.
Otro ingrediente es el capital o los recursos financieros. Para que se canalice y fluya adecuadamente, se requiere que el sistema financiero esté saneado y actúe, así como que los inversores de capital perciban una situación general de confianza. Por el momento, la inversión en capital privado ha vuelto a batir un récord en España con casi 6.000 millones invertidos, consolidándose España como un destino prioritario para los fondos internacionales según los datos revelados esta mañana por la patronal del sector (Ascri).
El tercer requisito es que el mercado en cuestión sea lo más libre posible y se cumplan las reglas de juego. Libertad y seguridad jurídica. A día de hoy, de este ingrediente también tenemos.
Finalmente, las sociedades, las personas que las forman, son en última instancia las que deciden el uso o la tendencia de todos los ingredientes mencionados. Se quiere ser funcionario o emprendedor; se quiere tener un mercado libre o intervenido; se trasmite confianza al capital inversor o se le persigue y se le castiga por existir; se da a los bienes materiales el valor que tienen, es decir aquel que el mercado está dispuesto a pagar por ellos, o se mantiene un falso valor en libros ficticio y se congela un sector. Se quiere tener un gobierno que apueste por respetar la ley de la oferta y la demanda o un gobierno intervencionista. La sociedad española está ahora mismo en esa tesitura, y ya tenemos cita para realizar nuestra elección, el próximo 10 noviembre.
En conclusión, el pastel está en nuestras manos y al pastelero lo escogemos nosotros.